Vivimos una coyuntura histórica de cambio radical, es momento de sacar la casta

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Esta pandemia dejará una cicatriz indeleble y profunda en nuestra sociedad; el COVID-19 y sus efectos llegaron para quedarse, nada volverá a ser igual.

Económicamente, se espera una recesión como jamás hemos visto. Psicológicamente, habrá gente con problemas por el encierro prolongado. Emocionalmente, existirán personas devastadas por sus deudas y falta de liquidez. Es una epidemia que matará el cuerpo y quebrará el espíritu.

Cerrarán miles de empresas y habrá muchos desempleados. Hay estimaciones que pronostican que al final de esta contingencia sanitaria se cerrarán 350 mil empresas y la destrucción de más de dos millones de empleos. Estos números son sólo de México, queda abierto a la imaginación las estadísticas globales.

Escribo esto para que seamos realistas. Lo peor que nos puede pasar, es pretender que todo seguirá igual. Eso no pasará, el mundo y nuestro país ya cambiaron. Sería una equivocación épica sobrevivir a esta contingencia sin percatarnos que la humanidad está estrechamente relacionada.

Una vez asimilado lo anterior, nos toca mirar hacia el futuro con esperanza

¿Cuál será nuestro papel después de esta debacle? ¿Cómo vamos a contribuir para regenerar nuestra sociedad? ¿De qué manera seremos un mejor instrumento para nuestro país?

Si respondemos a estas tres preguntas con conciencia y valor, no daremos cuenta de la importancia de nuestra labor en el renacimiento de la sociedad. Veremos que una actitud positiva generará bienestar a todos los que nos rodean y sabremos que somos pieza clave para mejorar nuestro mundo.

Primero, es crucial olvidar el individualismo y el egoísmo; entender que no existirá forma de salir adelante solos y aislados, que el personalismo no tiene cabida en este nuevo mundo.

Sería una equivocación épica sobrevivir a esta contingencia sin percatarnos que la humanidad está estrechamente relacionada.

Mejor ejemplo que este complicado virus no podemos tener. De una ciudad llamada Wuhan, a miles de kilómetros del continente americano, surgió un enemigo invisible que generó una contingencia a nivel mundial, responsable de miles de muertos y la crisis financiera más importante desde la Gran Depresión de 1929.

Si tuviéramos claro que nuestras acciones pueden afectar el otro lado del mundo, seguramente seríamos más cuidadosos de lo que hacemos. Entenderíamos que debemos de cuidar a la naturaleza, preservar a los animales y velar por el bienestar de la sociedad.

Durante muchas décadas, privilegiamos e l consumo desmedido sobre la conservación de los bosques y selvas. Dañamos el hábitat de muchas especies, sin tomar en consideración que había animales que sufrían ante la destrucción de su hogar; valoramos la acumulación de bienes y riqueza, sobre el apoyo y cuidado del prójimo.

Por desgracia, esta pandemia fue necesaria para abrirnos los ojos y darnos cuenta de lo que no hacemos hace mucho tiempo. La medicina tuvo un sabor espantoso, pero nosotros como pacientes la necesitábamos.

Nuestro papel después de esta debacle debe centrarse en la responsabilidad que tenemos a la hora hacer negocios y distribuir la riqueza y en la manera que impactamos al mundo con nuestras decisiones. De aquí en adelante, esto es algo que nunca podremos olvidar: nuestros intereses deben alinearse con el bienestar de nuestro entorno, nuestra comunidad y el resto de los seres vivos que habitan este planeta.

Segundo, debemos meditar cómo reconstruiremos a nuestra sociedad sanando las heridas abiertas con esta epidemia.

La incertidumbre y el miedo generado por el encierro serán sanados con amor y paciencia. Los problemas económicos serán resueltos con mucho trabajo y enfoque láser. Nuestra obligación moral radicará en generar bienestar a los más cercanos. Nos convertiremos en faros, ya que muchos estarán perdidos y necesitarán de nuestro optimismo y fuerza para jalarlos hacia adelante.

Se antepondra el bienestar de todos antes que el nuestro, de la misma manera en que los grandes líderes de nuestra historia lo hicieron. Colocaremos las primeras piedras para cimentar las bases de una nación que será leyenda.

Pero no todo será color de rosa. Existirán ocasiones que nos preguntemos el porqué se nos ha asignado una tarea tan difícil. Por tiempos, tendremos ganas de huir y de refugiarnos en nuestra burbuja de egoísmo e individualismo. En esos momentos, nos daremos cuenta de que, solo ayudando a otros regeneraremos el tejido social roto y desgastado; somos los elegidos para incidir en nuestro ámbito y nuestra gente.

Tercero, debemos tener la disposición de poner nuestros talentos y habilidades al servicio de todos. Esto es lo único que nos permitirá ser un instrumento que trabaje en beneficio de la sociedad.

El único modo es liberarnos y compartirnos con el mundo. Si guardamos todo para nosotros mismos, será difícil inspirar a otros para que sigan nuestro camino, y a su vez, dar bienestar a más gente. No podemos monopolizar el conocimiento porque al final construiremos un país miope, enano y resentido.

Las empresas deberán generar riqueza que impacte a la comunidad positivamente. Las ideas de negocio deberán traducirse en empleo digno y estable entre aquellos que lo necesitan. Tendremos que reinventar nuestra manera de vender para crecer. Desarrollaremos la capacidad de dividir las utilidades justamente, pagando los impuestos correspondientes para dar salud, educación y vivienda a los que más necesitan.

¿De qué nos sirve cuidarnos a nosotros mismos si perdemos el mundo? No construyamos una sociedad desigual como la que existía antes del COVID-19; esta es nuestra oportunidad para cambiar el destino de todos.

Recordemos que después de la tempestad viene la calma y que después de la noche más oscura siempre llega el amanecer. Nunca perdamos la Fe porque la peor enfermedad está en el alma, y la crisis más profunda en el corazón; todo lo demás, es arreglable. Ahora, después de nuestro encierro, el mundo está más limpio y sano para comenzar de nuevo, no perdamos esta segunda oportunidad.

Saquemos la casta, construyamos una mejor sociedad y un país próspero y justo. ¡Nosotros podemos!

Por: Federico Cerdas Ortiz, Co-fundador de Global Businesses Inc.

Este es un artículo de la edición 119 https://inmobiliare.com/inmobiliare_v2/inmobiliare-119/

*Nota del editor: Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Inmobiliare.