Las transformaciones a las que se ha enfrentado el arte contemporáneo de las últimas décadas, han sido de tal manera rápidas y profundas que resulta difícil reunir en un solo texto los nexos y prácticos y teóricos que constituyen a la obra de arte. Sin embargo, hay obras cuyo proceso creativo delatan por sí solas los intereses y preocupaciones de su autor. Es este el caso de Andrés Basurto, cuyo trabajo no privilegia a la obra terminada como el único objetivo del proceso creativo, sino al acto de crear en sí mismo.
Para Basurto, la obra comienza en el momento en el que el material, deja de ser lo que era (en este caso, botellas de cerveza y vino) para convertirse en materia en estado bruto, a la cual reintegrará en una unidad con nuevos vínculos conceptuales y utilitarios. El proceso constituye en sí mismo una especie de ritual de creación que comienza con la destrucción, el despojo de su naturaleza y el acto, casi divino de re-crearlo.
Este proceso se acerca a la idea que Duchamp desarrolló sobre la “ósmosis estética”, a la cual él describía como una transferencia del artista al espectador, producida a través de la materia inerte, formando así, arte en “estado bruto”. A este objeto, el artista inviste sus ideas y sentimientos mediante el “coeficiente artístico” y le confiere así, la vida artística.
El acto de destrucción se convierte en un purificador del material, cuyos fragmentos son integrados después en formas nuevas que evocan esqueletos humanos y cráneos firmemente unidos. La construcción de la obra, para Andrés Basurto se convierte entonces en un episodio performático, en una especie de catarsis creadora cuyo resultado no siempre es previsible. Y es justamente a través de esta serie de acciones que el artista explora las nociones de vida y muerte, de regeneración, de fragmentación de la vida, del cuerpo material como contenedor del alma.
Sin embargo, la obra de Basurto está en un constante devenir, los múltiples significados y posibles asociaciones, la colocan en el terreno de la transformación imaginativa y al mismo tiempo en aquél que responde y es sensible a la condición y las necesidades espirituales de la existencia.
Si bien una buena parte del arte contemporáneo se ha encargado de desacralizar al objeto artístico, otra, apuesta de nuevo por los valores inherentes al objeto, por una búsqueda del universo interior asociado a un modo de sentir que el artista no puede buscar fuera de él.
Es pues, en esta forma de hacer arte, que se comprende la profunda influencia de lo inconsciente en el arte contemporáneo, lo cual representa un giro hacia una clase de realidad diferente, en donde la experiencia de lo interior es tan importante como la experiencia de lo que concebimos como “realidad ordinaria”.
Esta fuerza dominante que constituye en Andrés Basurto la energía del acto creativo, se traduce finalmente en la transformación de lo inmaterial en el objeto tangible, palpable de la experiencia estética.
Por Marisol Argüelles
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